Casas de acogida desbordadas, centros de menores sin educadores, medios ni trabajadores suficientes, a los que se le suma un aumento de menores extranjeros tutelados generan una situación al límite en muchas ciudades.
La saturación provoca una difícil convivencia para estos chavales de diferentes edades y estratos sociales tras el abandono familiar hasta situaciones de maltrato, abusos o drogodependencia de los padres a los que hay ofrecer un futuro antes de desprenderse de ellos y abandonarlos en la Sociedad a los 18 años, que lleva a muchos a caer años antes en el absentismo escolar o la delincuencia en pequeñas bandas ante un futuro desalentador ya de por sí duro para los jóvenes, lo que genera en muchas ocasiones auténticas bombas de relojería en potencia que de no ser atendidas a tiempo provocan situaciones de alarma social y que a las instituciones no interesa afrontar, antes de que se conviertan en un problema aún más serio donde ya es muy difícil escapar de una espiral de violencia, drogas y delincuencia que se acentúa con los años.
Y es desde la adolescencia donde se debe incidir en la necesidad de trabajar con estos chicos de familias desectructuradas y no A que sean nuestros hijos mientras tanto los que tengan que pagar el fracaso de nuestras instituciones.
Casas de acogida desbordadas

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